La llegada de un posible amor siempre nos llena de alegría, de amor, de esperanza. Sobre todo, en dos casos muy particulares: si recientemente salimos de una relación traumática, o bien si llevamos mucho tiempo en soledad, con el corazón errante, sin dueño, solitario, triste, gris… Por eso, cuando un candidato amoroso golpea nuestra puerta, solemos abrirla de golpe, con desesperación. Pero esto nunca es bueno…
Primero y fundamental, no es bueno para nosotros, porque no podremos llevar un disgusto muy grande si nos entregamos enteramente a una relación que recién está dando sus primeros pasos. Lo fundamental, en el principio, es conocer a la persona, sus gustos, sus manías, sus errores y todo lo que circula a su alrededor, para después, ver si es la persona indicada, tema que ya fue debatido en este blog. Pero hay otro problema. Veamos…
Si le abrimos la puerta del corazón aun nuevo amor de manera desesperada, solo lograremos asustar y alejar a nuestro candidato. Por más que el corazón nos dicte pasos al ritmo de sus latidos, nosotros debemos conservar la calma. No hay nada peor que demostrar desesperación o apuro cuando de amor se trata… Aquí, debemos dejar que el tiempo y la relación fluyan solos.
Sí hay que demostrar interés. Eso está bien y es necesario para seguir manteniendo la llama del amor siempre encendida. Pero no hay que levantar grandes vientos, porque la llama se apagará de inmediato. Además, muchos hombres y mujeres se aburren demasiado rápido si notan que la otra persona viene, por así decirlo, “servida en bandeja”. Es fundamental saber dosificar el interés, para generar expectativa, ansias y una necesidad de encuentro en el corazón de la otra persona. Así, con un poco de misterio e intriga lograremos tener a la persona buscada a nuestros pies, sin necesidad de actuar de manera desesperada o alocada…
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