jueves, 1 de diciembre de 2011

Porque estuviste a mi lado
cuando me envolvía el desierto
y sólo las ausencias me acompañaban.

Porque me sostuviste
cuando el suelo
se transformó en vacío.

Porque me escuchaste
aunque no tenía nada para decir
y luego compartiste el silencio.

Por estar en la risa,
pero también en las lágrimas.
Por disimular mis defectos
y hacer brillar mis virtudes.
Por saber cuando necesito un abrazo
y también una crítica.
Por permitirme ocupar
un rincón de tu corazón.
Por ser de hierro
cuando hace falta valor,
y de nubes
cuando necesito dulzura.
Por regalarme
tu afecto y tu mirada,
tu tiempo y tu compañía.

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