miércoles, 30 de noviembre de 2011

El camino hacia la felicidad empieza y acaba en nosotros mismos. Las circunstancias son como son, ni positivas ni negativas, las tienes que aceptar tal y como son, no hay ni bien ni mal. Si un ser querido muere, no te sientes feliz, puede haber lágrimas y tristeza, pero puedes estar en paz si no te resistes, sentirás serenidad, quietud, presencia sagrada. La aceptación te libera del dominio de la mente y te vuelve a conectar con el Ser. Se transmuta el sufrimiento en paz interna. Si no se llega a perdonar, el mal no se redime y sigue siendo mal. Cuando la mente juzga algo como bueno, le toma apego, la identificación te hace sentirte feliz. Pero cuando la situación cambia, no puedes aceptarlo (ejemplo la belleza exterior). Hasta la felicidad es sufrimiento e insatisfacción, la felicidad y la infelicidad son la misma cosa, solo las separa la ilusión del tiempo. Esto es reconocer la verdadera naturaleza de las cosas para que no busques una ilusión. Buscar en las cosas bellas y placenteras un sentido de permanencia y realización, es la mejor forma de obtener la frustración y sufrimiento. Lo externo solo te satisfacerá temporal y superficialmente, te darán placer, pero no la alegría y te producirán dolor. La alegría surge desde dentro, no tiene causa, es parte de la paz interior o de Dios, es tu estado natural. Encontrarás la paz, cuando entiendas que todo lo que surge se desvanece, aprende a no resistirte y acepta las cosas como son, permite que el momento presente sea y acepta la naturaleza impermanente de las cosas y de los estados. No ofrecer resistencia a la vida es estar en estado de gracia, tranquilidad y ligereza. Los ciclos irán y vendrán, pero cuando desaparece la dependencia, desaparece el miedo a la pérdida. La felicidad es el reflejo de la alegría de Ser, de la vibrante paz que encuentras en tu interior. El Ser te lleva más allá de la mente y te libera de la forma, aunque todo colapsará y se derrumbará a tu alrededor. No te sentirás feliz pero te sentirás en paz

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