martes, 29 de noviembre de 2011

Si eliminamos la pasión perdemos parte de la felicidad, pero si excluimos la racionalidad, nos puede lleva al sufrimiento y al dolor.



Ser apasionados es estar poseídos de algún afecto o aficionarse con exceso a alguien o algo. La palabra pasión viene del latín "passio" asociado con la acción de padecer o sufrir. Así, cuando hablamos de pasión podemos hablar del amor muy intenso de una persona por otra o del sufrimiento extremo de alguien como es el caso de la Pasión de Cristo.

En el campo de la psicología, la pasión es una expresión de la conducta, vehemente, entusiasta y frecuentemente incontrolada que ocupa la atención de la persona y lo predispone hacia un comportamiento en pro del objetivo de su excitación.

Ser apasionados no es una perturbación o un trastorno. Se encuentra estrechamente vinculado a comportarnos de manera más emocional que racional. No en vano un refrán popular dice: "Lleno de pasión, vacío de razón". Esto implica que cuando una persona se siente apasionada tenderá a reaccionar más con sus emociones que razonando objetivamente, pensando o planificando acciones para alcanzar sus metas.

En la vida común las personas absolutamente apasionadas sufren en demasía, porque actúan sin recapacitar y generalmente fracasan. Cuando el equilibrio entre la razón y la emoción se pierde surgen los desengaños, las frustraciones, la amargura, el desconsuelo, la consternación, el abatimiento, la tristeza y el tormento. Por último, la depresión.

La mayoría de las personas cuando hablan de ser apasionados se refieren al amor, al sexo, a la relación de pareja. Ser apasionados está emparentado al corazón, al alma. No obstante, se puede ser apasionado de alguna causa, de una forma de ser o de alguna tarea, oficio o profesión. Sin apasionamiento los padres de las naciones no hubiesen hecho sus contribuciones. El arte no existiría, los poetas, escritores y literatos no nos hubieran legado sus maravillas. Historiadores y científicos no hicieran sus aportes a la humanidad. "Ser apasionados" es vital siempre que se establezca el contrapeso con el "ser racionales", a la vez.

Si eliminamos la pasión perdemos el disfrute de estar enamorados, la sensualidad y la voluptuosidad del sexo, el goce de la belleza, la satisfacción de hacer el bien, el agrado y el regocijo de crear, la dicha de luchar por la paz. La diversión, la ventura, la felicidad. Pero, si excluimos la racionalidad, la pasión nos puede lleva al sufrimiento, al dolor, o peor aún, a veces nos arrastra a un lado oscuro de ella, a la lujuria, al crimen "pasional", a la desgracia y al infortunio.

La fórmula es combinar la pasión y la razón, en la proporción que Usted sienta o juzgue que le brinde el mayor bienestar.

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