lunes, 24 de octubre de 2011

Acantilado de los Gigantes

El acantilado de los Gigantes, en el noroeste de Tenerife, es un precipicio abrupto, angosto y descomunal de 450 metros de altitud que ejerce de barrera indiscutible entre el interior de la isla y el océano azul. Cada uno de sus tramos queda cortado por barrancos en cuyas desembocaduras hay pequeñas playas y ensenadas; en ellas recalan los barcos turísticos que avistan delfines y ofrecen las mejores vistas de los acantilados que se desploman al mar.

La playa de los Guíos o de Argel es de fácil acceso y sus 170 metros de arena negra no la privan de servicios e imágenes de postal de los acantilados.

A sólo medio kilómetro de Puerto Santiago, la de La Arena es una de las mejores calas de la isla, situada entre dos lenguas de lava y custodiada por un bello jardín.

La caleta de Masca es más recóndita y de más difícil acceso. Una serpenteante carretera que parte de la iglesia de Santiago del Teide desciende hasta el caserío de Masca a lo largo de cinco kilómetros que cortan la respiración por su belleza. Luego empieza la bajada a pie, donde resulta complicado acertar con unas paredes de perfiles fantasmagóricos, impresionantes incluso a ojos del montañero avezado. Una vez en la orilla, aguas transparentes y acantilados monumentales dan forma a la franja de arena negra y piedra de reducidas dimensiones.

Los Gigantes forma parte del Parque Rural de Teno, en el macizo del mismo nombre, que abarca 8.000 hectáreas protegidas de singular valor natural que acoge valles, huertas de rojizas tierras abancaladas, barrancos e islas bajas, además de caseríos agrícolas con vestigios de arquitectura tradicional.

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